Celos entre hermanos: ¿Cómo actuar?

Los celos son la sospecha que alguien siente cuando percibe que cualquier afecto está disfrutando pueda ser alcanzado por otro. En el caso de los hermanos suele ser el afecto y la atención de sus padres. Los celos significan “tengo miedo a perderte”.

Ante los celos de los hijos es recomendable no tener una visión absolutamente negativa que nos lleve a querer eliminarlos. Es importante aceptarlos como algo natural e inevitable y se debe trabajar en casa para dar salida al malestar del niño. Se debe tener en cuenta también que los celos y  la envidia suelen darse por las dos partes, no sólo se dan del hermano mayor al hermano recién llegado sino que pueden darse celos del pequeño al mayor por el hecho de que puede hacer más cosas o entre hermanos múltiples.

Los celos suelen aparecer siempre que el niño se siente en desventaja frente a otro. Es un sentimiento personal y subjetivo que puede no estar fundamentado objetivamente pero que es verdadero para quien lo siente.
En la aparición de los celos también es muy importante el carácter del niño. Suelen aparecer con más frecuencia en aquellos niños que son más inseguros o sensibles, de ahí también, como veremos más adelante, la importancia de fomentar una adecuada autoestima en los niños.


Recomendaciones para manejar la situación de celos (ya sean múltiples o diferentes hermanos)

No establecer comparaciones entre los hermanos. Es decir, evitar la famosa frase de “mira tu hermano que bien hace….”
Respecto al niño que presenta más celos debemos de evitar llamar al niño “celoso” ya que le estaremos etiquetando y cumplirá el rol que le estamos asignando. En la misma línea tampoco es bueno compararle con otros hermanos.

Observar que situaciones generan celos en el niño e intentar evitarlas. Es decir, si se pone celoso cuando se le da un abrazo al hermano, dárselo también a él.

Hablar de las emociones, hablar directamente de los celos con ellos les hará entenderse mejor… “Veo que no te gusta que…. Te hace sentir celoso. Todos tenemos a veces esos sentimientos, es lógico”
Atender los retrocesos lo menos posible. Esto suele aparecer en los hermanos mayores, al ver a sus hermanos pequeños quieren parecerse a ellos para recibir la misma atención.

En situaciones íntimas que se realizan especialmente con los múltiples, como por ejemplo dar de mamar a los gemelos, intentar que el otro hermano se sienta también atendido con una actividad complementaria al lado de los padres. Por ejemplo, participar en el cuidado de los hermanos o hacer un dibujo al lado de la mamá mientras está dando de mamar.

En cuanto a las visitas o encuentros con otras personas, por ejemplo mientras damos un paseo, generalmente la atención va directa a los múltiples. En esos casos debéis intentar que también se le haga caso al otro hermano ensalzando sus cualidades y haciéndole presente en la conversación. Por ejemplo: Pues Pepito me ayuda mucho con los gemelos y les quiere un montón, les enseña muchas cosas y los gemelos le piden jugar con él”.

No ser jueces entre los hermanos. Cuando surja un conflicto entre ellos es decir los múltiples y el otro hermano, intentar apoyar al más débil o al que está solo ya que este no tiene el apoyo de su otro hermano, siempre que se pueda y sin intervenir directamente en la pelea.


Celos entre hermanos múltiples

Es recomendable dedicar un rato a la semana para estar a solas con cada uno de los hijos, y también realizar alguna actividad con él a solas. A partir de los 3 años puedes introducir el sistema de “un día para cada uno”. Se suelen dar las situaciones de peleas para ocupar el lugar más pegado a los padres, sentarse al lado de la ventana en el coche, elegir programa de televisión. Si designáis un día para cada uno de ellos (lunes Pepito, martes Juanito…) evitará muchas peleas y le proporcionará a cada uno la agradable  sensación de ser el protagonista  durante algunos días.

Cuando se produzca competitividad por avances o logros que consigue uno de los hermanos y el otro todavía no, es bueno que se ensalcen los puntos fuertes y cualidades de cada uno, sin dar importancia al nivel en el que se encuentren.

Enseñarles a cooperar entre sí. Cuando se comparen entre ellos, hacerles ver que pueden formar un equipo y que si uno es bueno dibujando puede enseñar al otro mientras que el otro le ayuda con los puzzles. Así también se sentirán útiles e importantes.

Concederle a cada uno un espacio propio, por ejemplo en actividades extraescolares o de ocio. Sin olvidar que es muy importante tener presente sus gustos. Al pasar un tiempo sin su hermano puede desarrollar sus capacidades sin compararse con nadie.

En el caso del aspecto más académico, si existe una diferencia significativa entre ellos, es positivo que acudan a distintas clases para que cada uno pueda rendir a su nivel sin preocuparse del otro.

No ser jueces entre los hermanos. En este caso cuando la pelea sea entre los múltiples debemos de escuchar que conflicto ha surgido sin ponerte de parte de ninguno y dejarles un tiempo a solas para que lo resuelvan mientras el resto de la familia realizan otra actividad juntos, por ejemplo ver la tele), cuando resuelvan el conflicto tendrán el premio de realizar la misma actividad con la familia.



Esperamos que os hayan ayudado estos consejos y a entender un poco más esta emoción tan natural. ¿Conocéis vosotros alguna táctica más? Si tenéis cualquier duda, contactad con nosotros y os ayudaremos a normalizar y superar este proceso. 

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Carmen Marco y Sally Issa
Psicólogas de aprenderT

Mi hijo adolescente: ¿Cómo sé si tiene problemas?

La adolescencia empieza con la pubertad a los 12 años aproximadamente y termina a los 18-20 años (los límites son flexibles). Este “periodo de transición” puede verse de dos formas:
- Negativa, si consideramos que se trata de una tran
sición entre dos etapas pero sin signos propios de identidad y con confusión de roles.
- Positiva, si lo vemos como una serie de cambios que afectan al desarrollo físico, cognitivo y psicosocial que hacen que se comprenda el mundo de nuevas formas logrando éxito en la vida adulta.

El adolescente tiene una serie de retos a los que enfrentarse como son el incrementar y dar estabilidad a las relaciones con sus iguales, delimitar el rol sexual, aceptarse físicamente, conseguir autonomía emocional respecto a sus padres, adquirir nuevas conductas y valores… cada etapa tiene sus desafíos evolutivos y conductas típicas que os explicaremos a continuación:


PRIMERA ADOLESCENCIA (11-13 años)

Como desafíos evolutivos, se enfrentan al aprendizaje de nuevas capacidades cognitivas, consolidan su lugar en el grupo de pares y manejan las expectativas sociales en relación al género.

Sus conductas típicas son mayor atención a la apariencia física, un aumento de la capacidad de razonamiento abstracto, una timidez transitoria, sentimientos de invulnerabilidad, tienden a discutir más con rigidez e intransigencia, tienen una intensa entrega a los pares e intentan lograr su aceptación y en esta etapa se da lo que se llama “fábula personal”, cuando piensan que lo que les pasa es único y nadie les comprende.

Algunos signos indicadores de problemas en este periodo son el ocultamiento permanente de actividades que involucren a sus iguales, una permanente falta de cuidado e higiene personal, falta de relaciones amistosas e interés por entablarlas y una buena relación con los adultos pero mala con los pares.


ADOLESCENCIA MEDIA (14-16 años)

Sus desafíos evolutivos son el manejo de la sexualidad, el desarrollo de nuevas relaciones con los iguales, la toma de decisiones morales y tener un equilibrio entre autonomía y responsabilidad con los demás.

Como conductas típicas aparece una mayor conciencia de las necesidades de los otros y mejoran su disposición para llegar a acuerdos. Aumenta su interés y curiosidad por el sexo y cambios en la relaciones con los padres formándose parejas. Respecto a sus decisiones, se rigen más por la aprobación social y dan menor importancia a las recompensas. Son más tolerantes a las diferencias y tienen interés por definir su identidad, explorando y experimentando.

Los signos indicadores de problemas pueden ser una preocupación exagerada por el sexo, (una preocupación moderada es normal) y promiscuidad sexual (pueden ser sexualmente activos pero una elección indiscriminada de pareja no es común). Si muestran mucho nerviosismo o ningún interés respecto al sexo, ausencia de culpa cuando hacen algo incorrecto o que ha podido dañar a alguien, falta de amistades o asociación exclusiva con sus pares evitando a los adultos.


ÚLTIMA ADOLESCENCIA (17-19 años)

Como desafíos evolutivos se encuentran la consolidación y experimentación de la identidad y en ocasiones la partida del hogar.

Las conductas típicas en esta etapa son el aumento de la capacidad de intimidad, tienen menos discusiones con los padres y esperan que éstos respeten sus decisiones e individualidad.

Algunos de los signos indicadores de problemas pueden ser falta de planes para el futuro, desinterés en hacerlos y que se irriten cuando los padres hablan de ese tema, volver al mal humor e imprevisibilidad de los primeros años de la adolescencia, desear ir a la universidad pero no dar los pasos necesarios como son los trámites, los exámenes de ingreso…

Como conclusión, hemos visto que cada etapa de la adolescencia tiene sus propios retos. Los adolescentes tratan de buscar su identidad y durante ese camino pueden surgir problemas. Si identificáis en vuestros hijos algunos de estos signos, no sabéis cómo manejar ciertas conductas o necesitáis orientación a la hora de comunicaros con ellos, en aprenderT la primera cita es gratuita y sin compromiso y estaremos dispuestos a ayudaros en cualquier proceso.

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Sally Issa

Psicóloga de aprenderT

Acoso escolar: ¿Qué es y cómo prevenirlo?

La escuela actual debe ofrecer una educación de calidad promoviendo el desarrollo personal, ético, el pensamiento crítico y además brindar un entorno seguro para los estudiantes. Desgraciadamente, para algunos no se da ese ambiente adecuado y pueden sufrir exclusión y maltrato entre sus iguales.

El acoso escolar o bullying consiste en hacer daño de forma intencionada y repetida a un compañero que no está en igualdad de condiciones. Se produce un desequilibro de poder que hace que la víctima no pueda defenderse fácilmente por sí misma. Las agresiones pueden ser de diferentes tipos:
Verbales: Poner motes, amenazar, hacer burlas, hablar mal de otros, insultar, despreciar...
Físicas: Golpear, empujar, dar una patada a otro, romper o esconder las pertenencias de alguien, hacer gestos de desprecio…
Sociales: Excluir a alguien, difundir rumores, aislar, ignorar, humillar, extorsionar…
Sexuales: Molestar, hacer tocamientos sin consentimiento, hacer burlas del cuerpo, la intimidad o la orientación sexual de otro...

Las nuevas tecnologías también crean nuevas formas de acoso donde la víctima no sólo sufre durante la jornada escolar sino que el acosador puede alcanzarle cuando quiera, hasta en su casa.

El ciberacoso o cyberbullying es una agresión intencional y repetida, por parte de un grupo o un individuo, usando formas electrónicas de contacto  contra una víctima que no puede defenderse fácilmente por sí misma. Estas agresiones pueden dar en forma de:
– Mensajes desagradables.
– E-mails o llamadas acosadoras.
– Fotos hechas con el móvil y utilizadas para amenazar.
– Acoso a través de chat.
– Mensajes dañinos a través de Whatsapp, Twitter u otra red social.
– Hablar mal de alguien o colgar en internet información personal.

En situaciones de acoso los estudiantes no suelen comunicar lo que está pasando a los adultos. Además, el desequilibrio de poder crea un patrón de comportamiento dónde el agresor ejerce poder sobre la víctima y ésta se somete.
Pero no sólo están implicados el agresor y la víctima en los casos de bullying, se conocen seis tipos de implicados en este fenómeno:



Agresor, quien realiza la agresión.
Reforzador del agresor, estimula la agresión.
Ayudante del agresor, apoya al agresor.
Defensor de la víctima, ayuda a la víctima.
Ajeno, no participa de ninguna manera.
Víctima, sufre la agresión.




Por tanto, la clave para combatir el acoso escolar debe ser un programa no sólo centrado en agresor y víctima sino en el grupo. Se puede trabajar con todos ellos, valores como:

La empatía: para que reconozcan las emociones de los demás. Los agresores suelen tener poca capacidad de empatía.
La asertividad: para expresar y defender sus derechos de manera respetuosa. Es necesaria para la víctima y observadores, para que cuenten las agresiones.
El pensamiento crítico: para analizar y cuestionar la realidad plantear soluciones tomando decisiones de manera autónoma.
La evaluación de las consecuencias de sus comportamientos: teniendo en cuenta los efectos que pueden tener para sí mismos y para las demás personas tanto a corto como a largo plazo.
El uso adecuado de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC): para conocer los riesgos que tienen y cómo responder a ellos.

Para transmitir estos valores, es imprescindible la colaboración entre el centro escolar y la familia. Existen algunos factores de riesgo familiares que influyen en los comportamientos de acoso escolar, como el castigo físico, un estilo agresivo de resolución de conflictos, permisividad en el uso de la agresión, distancia emocional o la baja supervisión parental.
Está claro que la promoción de la parentalidad positiva es un elemento fundamental de prevención. Un vínculo afectivo sano con un estilo de crianza basado en el respeto y la comunicación promueve que niños y niñas sean respetuosos con los demás, que sean solidarios, que sepan establecer límites y pueden comunicar a los padres y profesores cualquier situación de acoso.

Los centros educativos en cuanto conozcan una situación de acoso, no deben minimizar la gravedad de las agresiones e intentar actuar de manera inmediata tomando medidas para proteger a la víctima. Hacer intervenciones individuales con las personas involucradas, como hemos comentado anteriormente no sólo víctimas y agresores sino también con los observadores para que rechacen actitudes y conductas negativas. Al tratarse de una situación donde hay un desequilibrio de poder entre agresor y víctima, no es aconsejable hacer mediación ni culpabilizar a los implicados ya que podría provocar resentimientos y agravar el problema.

Es importante que haya una persona de referencia a quien la víctima pueda contar los hechos y que no se le pida que cuente varias veces lo que le sucede para evitar la revictimización. Desde aprenderT intentamos transmitir esos valores en nuestros grupos de habilidades sociales y terapias individuales, fomentando una buena convivencia. Si necesitáis ayuda, acompañamiento o asesoramiento, no dudes en contactar con nosotros.


Os esperamos en:


Sally Issa
Psicóloga de aprenderT
 




Conflictos familiares: ¿Cómo se solucionan?

Un conflicto es una situación en la que se enfrentan dos o más partes con diferentes intereses u opiniones. Sufrimos conflictos en cualquier ámbito; en el social, laboral e incluso personal cuando uno mismo tiene pensamientos alternativos o contradictorios que se mantienen. Aunque tengamos una visión negativa del conflicto, es un hecho cotidiano que se da en situaciones de convivencia y de las relaciones interpersonales, por tanto, en la unidad familiar también se van a dar estas situaciones difíciles. Pero, si el conflicto forma parte de nuestras vidas ¿por qué tememos tanto enfrentarlo? 

Las disputas en la familia nos afectan mucho más que cualquier otro conflicto, son más personales debido a la cercanía y continuidad de los miembros. En la familia nos sentimos queridos, valorados, y una discusión puede romper la comunicación y hacernos daño… por lo que rechazamos los conflictos y preferimos evitarlos.

Un conflicto no es necesariamente dañino, lo importante es enfrentarlo de manera adecuada. Si somos capaces de gestionarlo correctamente puede permitirnos establecer relaciones más positivas y crecer personalmente. En el contexto familiar existen comportamientos y experiencias pasadas que influyen, los miembros cambian y puede que conflictos que se creían resueltos vuelvan a surgir en otra etapa. Por esto es necesario una buena comunicación en la resolución de los conflictos y para ello debemos: escuchar, hablar, participar y colaborar.

Escuchar. Tiene que ser una escucha activa, en la que entendemos lo que la otra persona nos dice. No interrumpimos y respetamos las opiniones de los demás. Escuchar se hace incluso a través del cuerpo, así que una postura relajada, mirar a los ojos o asentir ayudan a que la otra parte se sienta comprendida.

HablarUna comunicación asertiva, ser capaces de decir lo que pensamos y sentimos de forma clara, sin agresividad o sumisión. Esto significa hacer valer tus derechos sin necesidad de humillarte ni humillar a los demás. No debemos criticar, descalificar o enviar mensajes dobles. Con un buen tono de comunicación, cambian las actitudes y quizás el resultado, para mejor. Podemos expresar sentimientos negativos sin culpabilizar a los demás (“Me siento decepcionado” en vez de “me has decepcionado”)

ParticiparReconocer a la otra persona y darle la oportunidad de opinar. Responsabilizarse del problema y analizar las causas para comprender así el conflicto y las reacciones de cada uno. Buscar estrategias y soluciones en vez de culpabilizar a los otros. Se debe mantener una postura abierta y no centrarse sólo en el estado de la propia persona.

ColaborarExisten varias maneras de afrontar los conflictos; competir, huir, ceder, negociar… la mejor solución es la cooperación. Implica satisfacer los propios deseos y estar dispuesto a que se satisfagan también los de la otra parte. Se intenta una solución que amplíe las “ganancias” de ambas partes porque en un conflicto familiar o ganan todos o pierden todos. Hay que pensar en qué queremos, qué necesitamos y qué quiere y necesita el otro, buscar un objetivo común y pensar en todas las opciones posibles.

En ocasiones, es necesario para esa colaboración la intervención de una persona externa que no esté implicado en el conflicto, que sea neutro, esté atento a las necesidades de la familia, que respete el proceso y algo muy importante, que no imponga soluciones desde fuera. Estas características pertenecen a un mediador y su objetivo es conocer las necesidades de cada uno de los miembros. Intenta que el espacio de la mediación sea seguro y saludable para todos.



La mediación familiar es una forma de resolver los conflictos familiares con la intervención de una persona que ayuda a la familia a dialogar y alcanzar acuerdos consensuados. La tarea del mediador es replantear el problema, y ayuda a que las partes implicadas en un conflicto vean otras perspectivas. “La mediación es fortalecedora porque devuelve el poder y la responsabilidad a la propia familia.”

Como conclusión, queremos transmitir una perspectiva positiva y sacar siempre lo bueno de las situaciones difíciles y afrontarlas de forma cooperativa. Si estáis en una situación de conflicto familiar y tenéis dificultades para resolverlo, en aprenderT podemos ayudaros a poner en práctica las tácticas necesarias para solucionarlo.


Os esperamos en:


Sally Issa
Psicóloga de aprenderT